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Tabu y la mujer intocable

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Escrito por Leandro Hernández

La película empieza con ese episodio que titularon “PARAISO” y a continuación vemos ese paisaje, el mar, el lago, los habitantes de una isla, (que luego me enteré que era Tahití), habitantes que no desaprovechan ninguno de los beneficios naturales que esa geografía les provee, todo está al alcance de la mano o de la lanza. Vemos a hombres cazadores atrapar con facilidad lo que seguramente será alguna de sus tres comidas o su única comida; en todo caso su alimento, sin pedirle permiso a nadie, solo haciendo uso de sus herramientas.  Luego, en otro lugar dentro de esta misma isla paradisiaca, porque esas primeras escenas nos muestran eso, un paraíso terrenal, vemos unas mujeres bañándose en una quebrada, los hombres deseosos y curiosos, carnívoros, que las ven en estos menesteres,  deciden meterse al agua con ellas, acompañarlas en eso que seguramente será su rutina. Un baño diario y placentero, los nativos arrojándose de una especie de tobogán natural al tiempo que el hombre logra abrazar a la mujer y se lanzan al agua gritando de emoción. Hasta aquí vemos que no pasa mayor cosa, salvo que conocemos a los habitantes de la isla, sus costumbres, su rutina, su hogar.

Éste es el Paraíso, un lugar aparentemente sin complicaciones, sin preocupaciones; digo aparentemente porque en todo lugar siempre existen estas cosas, porque los seres humanos somos adictos a estas, allí, donde al parecer no hay problemas, el hombre se los tiene que inventar.

Hasta este momento no hemos evidenciado mayor conflicto, no hemos estado de cara a la tragedia. Solo hasta que llega Reri, una nativa, la “mujer intocable”, la mujer convertida en tabú por los dioses, esto según el líder de una tribu nativa, que llega en un barco rodeado de muchas otras mujeres jóvenes y una anciana, que al parecer es  una especie de institutriz. Justo cuando llega Matahi, -un mozalbete de la isla-,  se está proclamando esto de que nadie puede tocar a la mujer y quien se atreva a esto será sacrificado y un montón de cosas más, sentenciando, amenazando a quien se le acerque a Reri, que entre otras cosas es una mujer bellísima, pero Matahi no escucha esto porque llega tarde, él es la muestra de un hombre joven y distraído, soñador, enamorado,  que por no llegar a tiempo, no escucha a los lideres.  Ya lo había escrito anteriormente, cuando proyectamos Meteora de Spiros Stathoulopoulos (2012), y lo vuelvo a escribir, es que cuando uno se enamora no hay pero que valga, sólo una corriente que nos arrastra.

Este es el Tabú, el no poder romper las reglas del ritual, porque cuando se rompen traen consecuencias morales, sociales; es lo impuesto, es la convención y si no se respeta entonces las consecuencias son excluyentes, son radicales.

Tabú es una historia de amor prohibido, lo prohíbe la costumbre de la tribu, la creencia también de esos dioses que el ser humano ha deseado crear, para su beneficio o su maleficio. Un amor que quiere sobrepasar los limites del impedimento y salvar a los enamorados de ese encierro al que están sometidos, el encierro que es su tribu y más que esta, son las imposiciones que tienen que soportar aún en contra de sus deseos, el encierro es esa  prohibición enmascarada de costumbre, de cultura.

A partir de que llega Reri, “la mujer intocable”, en ese momento ya no hay más Paraíso, porque empezamos a evidenciar emociones en los personajes, que precisamente vuelven la isla un escenario tenso, un escenario de fricción, porque Matahi es posesivo y por ende celoso, entonces no puede ver que nadie baile con su enamorada, porque él se mete en medio del baile, sin importarle nada, con tal de que nadie esté cerca de Reri, él cree que es el único que puede estar cerca de ella, por lo menos no en manifestaciones corporales tan cercanas como un baile exótico. “PARAÍSO” era vivir tranquilo, sonriente, sin muchos temores que puedan acabar con alguien, pero justo en el momento en que Matahi ve a Reri, ya nada que hacer, se perdió, se jodió, porque las mujeres son Paraíso, pero al mismo tiempo pueden ser Infierno. El averno absoluto de las pasiones.  Pero Reri decide ser fiel a si misma antes que a otro y se va con Matahi,  un lugar en donde entran a ese juego del dinero, de la avaricia, de la ambición sin importar a qué costo. Entran a ser parte de una mezcla de culturas que más que soluciones, trae problemas,  como escribiría Joel del Río “… el conflicto entre civilización y naturaleza, entre tentación e inocencia”.  Vemos que en éste viaje que emprenden se enfrentan a su ingenuidad de un “mundo civilizado” que no es otra cosa que un mundo aterrador en el que parece ser que la rutina es la doble moral, la mentira, la trampa. De por sí que ya venían de un mundo en el que se enfrentaban a la costumbre castrante que reprime los deseos, motivo más que suficiente para escapar de un lugar en donde no se puede amar.

En Tabú, Murnau vuelve con esa imagen fantasmal, esa misma que aturde a los personajes que andan viendo fantasmas que los aterran, los fantasmas de la culpa, de la traición, fantasmas persecutores. En Tabú, dicho fantasma es el del sabio, el viejo que ha llegado con el escrito donde dice que Reri es una mujer que no se puede tocar, puritana, casta.  Pero Reri es pura candela, hasta cierto punto claro; ella prefiere seguir a su corazón, la mirada de éste, porque como nos diría (a mi y a mis amigos Juan y Yenni)  José Luis Guerín una vez:”La mirada del corazón, en últimas, es la única que importa”. Reri sigue esta mirada y allí donde tiene que escoger, escoge a Matahi, que entre otras cosas, se ha endeudado hasta los dientes para poder estar con Reri.

Es allí, donde este fantasma se aparece como un Nosferatu (Murnau // 1922) con la diferencia de que el Vampiro va de negro y éste viejo va de blanco, blanco puro, porque al parecer el anciano es pura pureza, pureza  dura y pura; pero la aparición en últimas es la misma, aterradora,  y es solo una  apariencia tanto brillo en la blancura, porque tiene a Reri al borde de un ataque de nervios.

Reri, en un acto de amor y valentía, decide devolverse con el Viejo, que ya no es un fantasma, se ha materializado para llevarse a Reri a donde pertenece, todo para que no le hagan nada a Matahi; pero nada de esto vale, porque el joven, desesperado, después de haber perdido todo su capital, sale detrás de ella, y justo cuando por medio de una soga se va a subir a la barca en donde llevan a Reri, el Viejo fantasma la corta con un cuchillo y el pobre joven queda a la deriva, en medio de un mar turbulento, queda solo. Final trágico para aquello que parecía tener un final feliz, pero ese tal poder del amor no es suficiente cuando el designio divino está por encima de cualquier cosa, la costumbre lo primero, la tribu lo primero, el tabú lo primero, porque si esto se rompe ya no queda nada y en todo caso, en mi humilde opinión no quedó nada, dentro de la película, solo rencor, desolación, una mirada poco optimista. En Tabú se muestra el egoísmo del ser humano con sus semejantes, porque vale más la imposición a la fuerza, que el respeto por el sentimiento.

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