Escrito por Juan Camilo Moreno
Hay que celebrar la valentía y el amor sincero hacia lo que uno cree. La decisión de no callar, de no creer, de no dejarse hacer, de no dejarse formar, de no dejarse sobrepasar. Hay que celebrar a Jafar Panahi por seguir haciendo cine, por dedicar su trabajo a los cineastas iraníes y más que eso, por dedicar su trabajo a una cinematografía real y consciente, consecuente con su tiempo y crítica con los problemas políticos, morales, y sociales de donde se gesta. El ejemplo de Panahi se repite alrededor del mundo en múltiples expresiones: expresiones políticas, expresiones artísticas, expresiones individuales. En este caso es el cine el vehículo para mostrar y no dejar al ojo pasar por alto.
Panahi habla de que el actor amateur es el que dirige al director y dirige a la película. De que hay una cantidad de gestos y de reacciones que brotan naturalmente de él y crean, completa y definitivamente, al personaje. Panahi dice lo mismo de las locaciones donde se filma. Estas condicionan la puesta en escena y el desarrollo de los personajes dentro del espacio y su relación con los otros y con el entorno. Esto, dicho por Panahi, deja no sólo ver un estilo predominante en él: –y en el de, sea dicho, muchos otros autores no sólo iraníes- un gusto por lo real, por la crítica social y política de la mano de ciudadanos reales en situaciones cotidianas, capaces de ocurrir allá y en muchos otros rincones del mundo.
Un ejemplo de esto es el conserje de turno en el edifico de Panahi. Panahi lo aborda tal cómo es. Parece que el conserje va a contar la historia de cómo vivió él el día en que arrestaron a Panahi. Pero Panahi, con su cámara, rechaza este relato porque no es lo que le interesa; no le interesa que hablen de él. El conserje es el personaje, el ascensor la locación, y es perfecto para que el conserje cuente acerca de su vida universitaria, de los múltiples trabajos que realiza para sobrevivir, y que deje explícito lo que una buena parte de la juventud iraní es y aspira para un futuro.
Este estilo y esta búsqueda, están influenciadas por el neorrealismo italiano, (nacido luego de la segunda guerra mundial) estilo y búsqueda que han adoptado muchas cinematografías alrededor del mundo en muchos momentos. En Latinoamérica estuvo presente más que todo en el llamado “Nuevo Cine Latinoamericano” donde el uso del sonido directo, actores naturales, y locaciones reales, eran usados como una inmensa ventana crítica a una realidad excluyente e indiferente.
El cine iraní y el de muchos otros países es un cine denuncia, hecho muchas veces sin el aval y la acreditación legal del gobierno de turno. En el caso iraní, la censura a mostrar contacto físico entre personas, un culto religioso totalmente estricto, y una figura femenina escondida, privada y casi nula, son dictámenes del estado hacia el cine.
Panahi no es un actor, y aunque pretende leer el guión de una película que no llegó a realizar, él no termina siendo más que un amateur, se encuentra como tal; alega que no se siente real, que se siente falso.
Y es que las circunstancias del día, de la locación –la casa de Panahi-, del alboroto que sucede en Teherán a partir de toda una ciudad volcada a las fiesta de los fuegos artificiales a pesar de que el régimen los declare “anti religiosos”, influyen y concuerdan en que Panahi y su compañero Mohsen Makhmalbaf actúen y broten como personajes reales que conviven en un apartamento, y que no saben exactamente qué están haciendo y para qué se están filmando mutuamente, pero sabiendo que ese momento sincero y real retrata un profundo acto de queja y rebeldía frente a lo que el régimen iraní ha hecho contra Panahi y su libre derecho de expresión.
Panahi y Makhmalbaf se unen a la ruidosa fiesta en Teherán y son un fuego artificial más que aún permanece en el cielo y el cual el mundo entero puede ver aún luminoso y que habla y hablará no sólo de los países fundamentalistas, sino también de que en el arte y en la expresión no debe nunca entrometerse ningún régimen o institución política, sea cual sea. Esta historia iraní no es reciente ni es la única. Esta censura ocurrió en la U.R.S.S, en E.E.U.U, ocurrió en los países de la cortina de hierro, ocurrió en Latinoamérica…
La censura no sólo calla al cine y al artista, calla y esconde al pueblo, borra sus rostros.
Escribo esto un día antes de presentar “Esto no es una película” en Playtime y, como una gratificante coincidencia, mañana en el Festival de Cine de Berlín, se estrenará “Closed Cortain”, el nuevo filme de Panahi codirigido con Kamboziya Partovi. No se sabe cómo Panahi ha realizado esta película ni cómo ha llegado hasta Berlín. Lo que sí es que la realización de esta película es otra muestra y grito a nivel mundial contra la censura y el régimen.
Por un cine libre, por una vida libre, por unas mujeres libres, por un dios libre, por un país y un mundo libre, qué siga habiendo y sigan viniendo cada vez más películas.