Escrito por Leandro Hernández
Jacques Becker es uno de esos directores cuya obra no se puede dejar de ver a la primera película descubierta, hay que seguir mirando más películas bajo su dirección. Grisbi, cuyo nombre original en francés es Touchez Pas au Grisbi (1954) es una de sus películas que descubrí por azar, por uno de esos festivales que llegan a Bogotá. Es la película de Max (Jean Gabin), un hombre que anda en las tranzas del bajo mundo pero se siente viejo y quiere retirarse del negocio. Su último golpe fue robarse unos lingotes de oro, justamente para asegurar ese retiro, su jubilación. Pero la vida da muchas vueltas, la vida es todo conflicto y en éste universo de hombres rudos, con pistola caleta las cosas no pueden ser color de rosa, las cosas como ellos las esperan no pueden salir bien, y Max pierde sus lingotes. Pero los pierde por sentimiento, porque un grupo contrario al de él ha secuestrado su a su socio Ritón (René Dary) y el cambio que le proponen a Max es, los lingotes de oro a cambio de Ritón. Max accede, y hace dicho cambio, al final se queda sin el oro, y también sin amigo, porque Ritón es asesinado, pero a Max le queda algo, y es la lealtad, cosa tan característica de estos hombres y también cosa característica del cine de Becker.
Las mujeres, una vez más hacen su aparición, una aparición poderosa, capaces como siempre de estabilizar o desestabilizar con un chasquido de dedos solamente. La imagen de la Femme Fatale, como la vemos en esta película en la figura de Josy (Jeanne Moreau). Una mujer que lleva a Ritón a cometer el error, a cometer la imprudencia de hablar de algo que no debe, y por eso es que las cosas se convierten en una cuestión de honor, “Pobre Ritón” dice en un momento Max, pobre porque el sentimiento, el amor, el corazón, lo están llevando a ponerse blando, frente a la figura femenina y claro, ellos, sus principios, no dan cabida para ponerse sentimentales, ni meterle corazón a las relaciones. Jeanne Moreau, siempre tan linda, encantadora, en esta película es aún jovencita, y ya está lista para estos papeles de una mujer que es capaz de conducir todo un caos, y aunque el tema entre Ritón y Josy y Marco, no es el hilo conductor de la película, considero que si es un factor importante y casi determinante del argumento. Y me lleva a pensar en esas películas de Becker, en las que la mujer es un detonante, un catalizador, un ser que no pasa desapercibido, sino por el contrario, aunque aparecen poco (en algunas) son apariciones, especialmente maravillosas, porque es como si hubieran aparecido durante toda la película como el caso de Le trou (La evasión/1960), en la que curiosamente también escuchamos en un momento la palabra “Pobre…”, pero esta vez dirigida a Gaspar. Y con las películas de Becker, pero específicamente hablando de Grisbi, me convenzo de aquello que dijo Godard en algún momento: “Todo lo que se necesita en una película es un arma y una mujer” y parece que así fuera, detrás de toda gran película, siempre hay una gran mujer, bueno, realmente es que hay varias.
Y qué decir de esa harmónica que acompaña gran parte de la película como una de esas melodías que antecede al caos, una melodía que Max está escuchando constantemente y que es una lástima no poder reproducir en éste escrito, porque valdría la pena. Una melodía melancólica, que en ocasiones se destiempla, tal como Max, que es melancólico así no lo demuestre frente a sus compañeros, así no lo demuestre a esas mujeres preciosas que lo acompañan. En un momento Max con una copa de champaña y un cigarrillo, se sienta a escuchar esta melodía, y solo mira al frente, pensativo, en su cara se ve el cansancio, la preocupación, la melodía sigue sonando, claro, Max es un destemplado de su tiempo, porque se está haciendo viejo, y dentro de poco ya no podrá disparar, escapar, ser sagaz. Esa harmónica para mí representa la melancolía y al mismo tiempo el miedo, de hacerse viejo, de que la juventud solo queda en el recuerdo y es una realidad irrefutable, no queda sino el recuerdo, de la vejez y de lo que sea.