Escrito por Juan Camilo Moreno
“El verdadero cine es el cine amateur porque el cineasta aficionado filma aquello que ama” Stan Brakhage (1933-2003)
Las formas se suceden unas a las otras. La búsqueda, la abstracción, la combinación y la manipulación muestran los cortometrajes de Stan Brakhage como encantos visuales que nos llevan a un profundo estado donde nuestros ojos emocionados, inquietos y sorprendidos se dejan hipnotizar por la deconstrucción del objeto, del lugar, del color, de la textura y hasta del sentido sugerente que estas imágenes puedan tener, ya que sus temas y sus sentidos se combinan y entremezclan en sus fotogramas de cine amateur hecho con pasión, que da cuenta de la cotidianidad del espectáculo visual al que todos asistimos día a día con el simple hecho de abrir nuestros ojos.
Brakhage es un buscador, un asociador, un autor que rinde culto a lugares comunes, a fenómenos naturales, a simples colores de por sí ya hermosos. Lo une todo como si nos dijera que todo es lo mismo, que la ciudad y el cementerio son uno solo dentro de la vida que une a la ciudad y las gentes, como en “The Death” (1960). O en “Creation” (1979) donde la gran y diversa naturaleza es una sola en sus fases, lugares y formas infinitas.
Gracias al uso de equipos de 8 y 16 milímetros Brakhage volcó su cine al registro de lo íntimo, de los momentos personales en su día a día como en “Cat´s Cradle” (1959). O a retratar el nacimiento de su hijo en “Window water baby moving” (1959). El cine y el encanto están ahí en los momentos más simples de la cotidianidad compartida con quienes hacen parte de nuestra vida. El montaje y el ritmo en Brakhage es lo que transforma estos momentos en experiencias visuales mucho más potentes. La falta de sonido, en la mayoría de sus filmes, hacen mucho más impactante la experiencia.
Apreciar los cortos de Brakhage es como ir de viaje. Es una vista lateral a través de la ventana de nuestro coche en movimiento. La luz, la sombra, el fondo, el primer plano, la naturaleza, el paisaje y el color se unen en una rápida y sucesiva percepción encantadora. En esos momentos en que vamos en el coche sólo puede apreciarse el paso, la transformación y la unidad de una sola y gran materia.
La imagen no es sólo manipulada desde el montaje y el rodaje, sino que también desde el proceso químico y pictórico que representa jugar con el negativo, ese elemento cinematográfico lleno de vida que reacciona al mundo y a su luz gracias a sus componentes fósiles. La imagen es mutante en todas sus formas, etapas y posibilidades.
Brakhage sitúa su cine en un estado totalmente artesanal, químico, pictórico, realizado con elementos verdaderos, palpables a los sentidos, idea que lo conecta de alguna manera con el checo Jan Svankmajer.
La obra de Brakhage se mantiene alejada, de alguna manera, de un estudio racional acerca de su narrativa. La obra es un todo. Cada cuadro del celuloide corresponde y se diferencia a su antecesor y predecesor. Como él lo diría “It´s so close to the name of all”.
Brakhage nos remite al principio del cine: el del encanto por la simple apreciación de las imágenes en movimiento. De Méliès a Gaspar Noé, los surrealistas y dadaístas, de Fritz Lang al Señor Buñuel, pasando claro por nombres como Maya Deren, Norman McClaren, Jonas Mekas, Kenneth Anger o José Luis Guerín, Stan Brakhage sin duda hace lo que todos estos autores y tantos otros han querido hacer con este arte tan preciado: abrir las puertas de la percepción.